Con que donaire mese doña Eulaia
el cesto de empanadas que venrerá en la plaza
con que tristeza mira sus bolsillos
y ve que están vacíos que no hay nada.
Al llegar a la plaza busca el puesto
que irá a tomar el resto de la tarde
sobre su cabeza el sol está que arde
y ni para una silla hay presupuesto.
¿Quién quiere una? ¡señor!
¿Quién quiere una?
repite doña Eulalia entre esta bruma
pero no hay quien escuche su pregón.
Las pobres empanadas ya están tiesas
y no les ha ganado ni un cuartillo,
ella vuelve y mira su bolsillo
y de nuevo se sume en sus tristezas.
Termina la terde doña Eulalia
y regresa a su casa sin donaire,
sabiendo que ha dejado por el aire
los sueños de tener... mejor futuro.